5.23.2008

Mi propio temporal

Camino bajo la lluvia, tranquilo, como si no me afectara. Veo a la gente correr, buscar refugio y su impaciencia aumenta. Sólo camino, no hay tal lluvia, no hay tal temporal, por lo menos el que me afecta no es el externo, no es el que comparto, el temporal que me confunde y me hace dudar de mis pasos es aquel que está en mi cabeza.
En mis pensamientos conviven ráfagas de sueños, truenos de tristeza, relámpagos de felicidad y caen lentamente las hojas de los sentimientos que nacen de los árboles de mi vida, esos con las raíces ya fortalecidas por el pasar de los años, que saben sostenerse frente a los desbordes de los canales que atraviesan el paisaje.
Es de aquel temporal del cual siento la necesidad de buscar donde sentirme protegido, es aquel temporal el que causa estragos y muestra las debilidades preexistentes, las reparaciones que no he hecho y las que tendré que realizar cuando todo termine.
Es la lluvia en mi cabeza la que descubre y lava los más puras y extrañas deudas que acumulo, siendo yo, el mismo acreedor; la misma lluvia y el mismo viento origina la inestabilidad y las dudas, retrasa el paso firme y cambia las prioridades a sólo resistir.
Pero tal temporal no es tan malo, como dicen, al mal tiempo buena cara y queda la sensación que después todo estará mejor, asomará el sol en mis sueños y no habrá necesidad de usar el impermeable y el paraguas, tendré la libertad de caminar pisando las hojas caídas, ver como la luz traspasa el follaje herido de los árboles de mi jardín.
Afuera sigue lloviendo, está nublado como hace mucho tiempo no lo estaba, en la vida real son otros los afectados y lamento lo acontecido, por mi parte celebro la oportunidad de no tener siquiera que preocuparme.
Ya me basta con mi propio frente de mal tiempo, me basta con mi fenómeno del niño o niña, el que sea que hoy causa revuelo tras mis ojos. Por delante y con la mirada tranquila, sólo veo como son otros los que corren.

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