5.16.2008

30 minutos de un día cualquiera

Las 7 de la mañana y suena el despertador dando el punto de partida a otro día en la ciudad. 7 de la mañana con 5 minutos y la descarga de la ducha despierta a la parte más mínima de su cuerpo, comienza un nuevo día, la penumbra y el espejo empañado distorsionan la imagen para esos ojos semiabiertos, semidespiertos.
A medida que la preparación del día se lleva a cabo, el agua hierve para beber el mejor café, revisar los hechos en el periódico y repasar como se vienen las siguientes 10 horas. La velocidad pasa de 0 a 100 en unos pocos minutos, a punto de establecer la velocidad crucero con la que se recorrerán las horas del día.
7 con 20 y se enfrenta al mundo, la calle ancha, las aglomeraciones de vehículos que tapan las imperfecciones del pavimento y el ruido que apenas permite escuchar al viento como cruza entre las hojas de los árboles en el bandejón central.
Con sólo un gesto para la locomoción, sube a ella y su vida se entrelaza con 30 historias más que comienzan un nuevo día, 30 historias privadas y casi secretas, ya que nadie quiere revelarse ni mostrar una cuota de humanidad que pueda entregar cierta vulnerabilidad para ser aprovechada por algún malintencionado, acostumbrados al hermetismo, egoísmo y perfecta seguridad.
Pero entre esos rostros se aprecia claramente el agobio de la mujer que subió cojeando, aplicando el mayor de sus esfuerzos para ocupar un lugar en la micro, o la mirada suave y traviesa de la estudiante que va revisando alguna materia, pero no pierde de vista a su entorno, no puede perder la posibilidad de cruzar la mirada con algún otro, quizás sólo para alegrarse el día.
Tampoco se puede evitar el ceño fruncido del conductor, agotado de ver subir y bajar rostros que con suerte notan su existencia,¿cuantos pensarán que esa micro se maneja sola?; agotado de recorrer kilómetros y kilómetros cada día, con la boca cerrada, con la mirada atenta al camino y los espejos, consumido por su historia.
En la última fila un bebé llora, ya no soporta el encierro, el movimiento, el aire o simplemente el tiempo que lleva trasladándose. La madre lo consuela, intentando adivinar cual de las alternativas es, que es lo que lo aflige y como hacer para no molestar al resto, para no perturbar el trayecto ni despertar las enajenaciones ajenas que, aunque sea sólo un llanto de un niño, en esta ciudad ya no se sabe que puede alterar a un hombre o mujer, sacando lo peor de cada ellos.
7 y 30 y ha llegado a destino, se acabo el momento compartido y regresó a su soledad, las 30 historias quedaron atrás, ahora sólo con una camina por las veredas, con la vista abajo, con los hombros encogidos, con los oídos tapados por la melodía de la música que ha seleccionado como compañía y se encuentra con más historias, con otras diferentes, desde otra fuente. Media hora a pasado desde que se encontraba tranquilo en casa, 30 minutos y tendrá que esperar varias horas más para emprender el regreso a casa, y ver con que rostros compartirá el regreso, un momento inconsciente, que no alcanza a traspasar la individualidad.

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