10.26.2008

La ciudad y ella

Espera impaciente que el día llegue al minuto en que su mirada encuentra la belleza de la ciudad cuando el sol se esconde y la vida desafía sus certezas. Puntualmente toma asiento para no perderse un segundo de su paso, puntualmente deja a un lado la coraza y se viste de vulnerabilidad absoluta.
Ella no tarda y cumple con el ritual por él anticipado acompañando al sol; él quiere extender los minutos y detenerlos para invitarla a ver el mundo desde su asiento. Sólo quiere decirle que Santiago se ve tan hermoso cuando ella pasa cada día.