8.22.2007

Vida en construcción.

Cansado, impregnado de la necesidad de ocupar el momento presente para recuperar todo aquello que parecía perdido. Recuperar la propia vida, las ganas de cambiar, de quedarse, de ser y estar.

Dejarse llevar por la inercia, pasar de la inercia y volver a ella para que continúe el día a día, hacer lo necesario y lo imposible por sonreir, por llorar, por ver la salida del sol y esperar el brillo de las estrellas.

Contemplar la caída de la lluvia que puede caer en forma de nieve; abrir los brazos y sólo abrirlos, que todo esté dispuesto para absorber nuevas energías, para que limpiemos las antiguas y las dejemos partir cuando hayan cumplido su cometido.

Correr, saltar, caminar, hacer lo que queramos mientras sea hacia adelante, empacar nuestro ayer como si fuera una pequeña bitácora que se transforme en un manual para ser uno mismo, que nos muestre lo que somos y podamos continuar escribiendo a medida que cambiamos de página.

La sincronía del movimiento de la marea con nuestro dar y recibir, entregamos hasta que la arena nos deje y luego esperamos pacientes a recibir lo que nos pertenece, con ello arrastramos cosas que quizás no esperemos, pero pueden ser aún más satisfactorias y llenar más espacios de nuestra felicidad.

Invitar a quien sonríe a nuestro lado a tomarnos de la mano y buscar en el silencio todo aquello que las palabras no son capaces de decir, abandonar los miedos y vestirnos de armadura para ser grandes caballeros que esperan luchar por recuperar todo aquello por lo que hemos decidido nuestro destino.

Derribar los muros y barreras que hemos construido, extender nuestras tierras hasta combinarlas con las ajenas. Dar espacio al azar, las casualidades y la espontaneidad que, hoy por hoy, se burlan desde fuera mientras nos rige la rutina.

Mirar a los ojos, mirar el alma entera, mirar a quienes nos miran, mirar la verdad, mirar hacia el frente y no sólo ver nuestros zapatos y nuestro propio ombligo.

Vivir, hasta que nuestros pies nos impidan seguir el camino, convertir las lágrimas vertidas en nuestra propia fuente de la eterna juventud. Que ahí esté contenido lo que somos, el gran secreto al que inspiran nuestros sueños.

Siempre existirá alguien que nos muestre el camino...

8.13.2007

La tristeza de no sentir tristeza

Historias, cuantas historias nos perdemos a diario por ser incapaces de conversar. Tantas historias se esconden tras rostros alegres con una tristeza arraigada en lo más profundo del ser. Detrás de cada rostro hay una versión más acabada y definitiva de cada uno de nosotros, a veces pensamos que está todo bien, pero la realidad muestra otra cosa.

Nos cuesta tanto mostrarnos de forma sincera que el tiempo nos pasa la cuenta, caemos en un pozo que sentimos que sólo caemos cada día más y que la salida se nos aleja, se escapa atrapados en la soledad de problemas que creemos no tienen solución, nos volvemos egoístas y cobardes, cuando la verdad es que incluso este egoísmo nos impide vernos a nosotros mismos.

Los pensamientos positivos se presentan, pero no logran tener la fuerza necesaria para cambiar el rumbo, para encontrar el sentido que nos falta para sonreír de nuevo, de forma sincera y con la convicción que podemos cambiar el mundo. El egoísmo es tan grande que perdemos la noción de la existencia de otras historias, algunas más sinceras que otras, creemos que la nuestra es única y que nadie la entenderá, y aquí está nuestro primer error.

Con el tiempo me he dado cuenta que lo que me pasa no sólo me pasa a mi, he entendido que con mi historia afecto a otras, quizás a kilómetros de distancia y que también puedo encontrar relatos similares en dimensiones paralelas, pero diferentes. Somos personas, lo cuál nos hace perfectamente imperfectos, con aquella gran posibilidad de equivocarnos y empezar de nuevo, de cometer errores y aprender de ellos, de cambiar si es necesario, de variar ciertas coordenadas para llegar donde queremos.

Qué distinto sería todo si comenzáramos a comunicarnos más y fuéramos más humildes respecto a nuestra humanidad, asumiendo con absoluta conciencia la existencia de otros, que no hay mejores ni peores, “que todos sufren del mismo dolor” como dicen los versos de una canción que suena repetidamente en mi walkman.

Todos esconden su verdad por la posibilidad de mostrarse vulnerables, todos se avergüenzan de su dolor, cuando no hay nada mejor que sentir tristeza para aprender a reconocer la felicidad, todos temen derramar lágrimas sumidos en la cobardía que se impone día a día, es triste, pero aquellas lágrimas limpian nuestros ojos para ver el sol más brillante y nos permite entender que cada día es una posibilidad. La tristeza de no sentir tristeza, eso me da pena y me duerme las piernas cuando quiero correr.

Hoy la posibilidad de hacerme responsable de las cosas que me pasan convierte mi sonrisa en algo más coherente con lo que se esconde detrás de mi rostro. Esto de hacerse cargo de uno mismo inspira nuevas ideas, la primera de todas es que puedo cambiar el mundo, puedo decidir respecto a mi historia y descartar lo que no quiero, usar el filtro que he construido a través de la experiencia de sentir tristeza. La posición de espera no me sirve, nadie vendrá a cambiar nada, nadie vendrá a arreglar lo que haga falta.

Empecemos a reconocernos dentro de los escombros que hemos provocado a lo largo de nuestras vidas, empecemos a reconocer que en los otros se encuentran otras historias que pueden inspirar aquellos cambios que necesitamos. Entendamos de una vez por todas que no es tan malo llorar y que es la única forma que nos permitirá sonreír con absoluta sinceridad, lejos de la cara que mostramos sin concordancia con nuestro interior.

A veces sólo hace falta un whisky, un cigarro y una buena conversación para cambiar el mundo. Las oportunidades se encuentran a la vuelta de la esquina, pero no llegan solas y tomarlas requiere hacer lo que sea necesario, todo implica costos y riesgos….pero bueno, a eso vinimos o no??.