8.13.2008

Andén

Ella lo miró pensando en el largo viaje que traía a cuestas, él no se percató de su presencia al primer instante. Se cruzaron sus caminos en ese viejo andén, entumecidos de frío, ambos se refugiaban de la lluvia, de esa que por esos lados aparece con gran generosidad; ambos recorrían en círculos su pequeño espacio, ambos fijaban la mirada en viejas colillas de cigarros que guardaban otras historias, testigos de otras conversaciones y esperas.

De reojo y cada cierto rato comenzaban a cruzarse sus miradas, de reojo y sonriente se tejía otra historia, acompañada de una complicidad silenciosa e impulsos que con razones permanecían sentados sin ceder un centímetro.

Y fueron quedando solos, las horas pasaban y ambos se acompañaban, por lo menos en el espacio; ambos se refugiaban en canciones previamente escogidas, ella consumía el tiempo en cigarros y conversaciones telefónicas que a la distancia hacían pasar el tiempo más rápido. Él leía a Cortázar y en su bolso se escondía Benedetti, él no le perdía movimiento y párrafo tras párrafo volvía a mirar, así como por casualidad, y volvía a sonreír buscando alguna señal o simplemente la explícita invitación a acortar distancias y quizás alcanzar a verse en los ojos del otro mientras se cuentan sus respectivas historias, las que los habían llevado a compartir esa espera, al final de cuentas, la que los había reunido. Pero esa invitación no llegaba y tuvo que tomar sus cosas y una buena excusa para dar el primer paso; y lo dio, algo inseguro los primeros metros, pero acercándose al cien por ciento en la llegada. Levantó la ceja y sacó la mejor sonrisa, tiró encima de la mesa la excusa escogida y esperó la respuesta; ella lo miró, le devolvió el gesto con su sonrisa, respiro profundo, se tomó su tiempo, algo que para él fueron horas, para ella sólo fue una pensada decisión para tomar el control.

Con todas las cartas en la mesa y el andén ya estaba lleno de escombros del muro que en algún momento los separó, sentados sobre ellos compartieron un café, brevemente cada uno hizo su presentación, hablaron cada cual de sus recorridos previos, de otros andenes y del ahora. Para ambos la espera todavía era larga, quedaba mucho tiempo aún y esta espera ya era un regalo, que al menos será guardada como una buena historia que se contará a sus amistades y cada vez que se enfrente al relato aparecerá la misma sonrisa y la mirada de reojo.

Ella le habló de canciones y asuntos pendientes, le habló de la vida, de lugares increíbles y otros aburridos, desnudó sus sueños mientras sacaba otro cigarro. Él escuchó, por sobre todas las cosas, sólo escuchó; se dedicó a mirarla y contemplarla, intentó infructuosamente en dimensionar la vida en ella, se preguntaba cómo podía existir tanta vida en una sola persona y se miró en el reflejo de un charco buscando vida, registró su interior y sus bolsillos y para él sólo habían papeles y boletas algo añejas, un viejo cancionero y Cortázar, historias de otros y se sintió pequeño y tembloroso en aquel andén.

Ya no estaba seguro de querer saber algo más, lo que ya sabía lo tenía algo incómodo y no quería que ella quisiera indagar en sus rincones buscando la vida que él pensaba no tener, no quería que ella viera su pobreza, de vida; sobrecogido al menos y disimulando otro tanto empezó a tomar nota de la vida que mostraban sus ojos, pensó claramente en la posibilidad de ser tan brillante como ella, pensó en que aquella conversación no gozaba de gratuidad alguna y que debía valorar el momento. Pensó en otro andén, otro momento, pero algo le decía que tenía que pensar en este y sólo en este que lo tenía ocupado aquel momento.

Por su parte ella se sintió feliz, sintió que la espera no era tan desagradable y disfrutaba cada palabra que intercambiaban, disfrutaba cada segundo y de ninguna manera se encontró con esa pobreza que el temía, ella logró ver en él la paz que tan esquiva le era, logro ver en él la humildad y sencillez de quién ha vivido aprendiendo y la avaricia no es cuento para su sonrisa.

Había transcurrido más de una hora de su excusa y él no quería otra que los separara y cortara ésta historia, todo parecía indicar que no había algo que hacer, había llegado el momento y este se acababa. Frente a sus narices los esperaban los buses que los llevarían a cada cual donde decidieron antes de conocerse. Por exclusiva coincidencia parecía que la vida se presentaba tan sincronizada como pocas veces, ambos buses marcaban en sus parabrisas la misma hora de salida, pero con destinos completamente diferentes, casi opuestos.

Él inició los fuegos de la despedida, sacó a Benedetti de su escondite, escribió una nota en la primera página y se lo regaló, le habló de no perder contacto, de encontrarse de alguna manera, de repetir la tertulia y poner un punto seguido en vez de uno final. Nerviosamente disimulaba el rechazo a lo que sucedía, no podía creer que se había acabado y tampoco podía creer en una segunda oportunidad; de sus labios salió un discurso combinado, mezcla de hasta luego con no te vayas, los buenos deseos se confundían con el casi ruego que imploraba que no se fuera a ninguna parte, que, al menos, quería comprarle otro café. Ella lo miraba y no paró de sonreír, disfrutó del espectáculo y siempre sintió el control, él seguía hablando con miedo a que cuando terminara de hacerlo se viniera lo que no quería, la despedida.

Ella tomó a Benedetti, agradeció el regalo y jugó un poco con el tiempo nuevamente, se mantuvo en silencio mientras él esperaba alguna respuesta, tomó sus cosas, agarró su bolso, apagó el último cigarro, lo miró con otra sonrisa y le dijo: “¿Qué tal si me lees a Benedetti mientras viajamos? ¿Café, con una o dos de azúcar?

2 que tienes que decir...:

Anónimo dijo...

Piedritas en la ventana

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que esta ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme la cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quien sabe donde quedan mis próximas huellas
ni cuando mi historia va a ser computada
quien sabe que consejos voy a inventar aun
y que atajo hallaré para no seguirlos...
esta bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca...
esta bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedras...
abriré la ventana.


("Piedritas en la Ventana", Benedetti)

...dale una vuelta

Anónimo dijo...

Porque Brillamos
Bacilos

Va a pasar algo ya verás
No tienes porqué disimular
Se muy bien a donde vas
Y no me pienso quedar atrás

Va a pasar algo ya lo sé
Siento la estática en la piel
Tus ojos no saben mentir
Son como un faro para mi

Cierra la puerta y dejame tocar
Una canción de viejos amores con tus manos
Tal vez debiamos aceptar, que nos perdimos
Y ya está, y ya esta

Y es que estamos como locos intentando
Apagar toda la luz que nace cuando nos miramos
Y que brilla y nos desnuda y nos descubre preguntando

Que sabemos del amor
Que sabemos del amor
Que sabemos del amor
Que sabemos del amor

Porque brillamos tu y yo
Es la pregunta y es la razón
Porque tuvimos que llegar
Porque seguimos mas allá

Tal vez seria el momento de escapar
Pero la vida no te sonrie cada viernes
Tal vez debiamos aceptar, que nos perdimos y ya esta, y ya esta

Que sabemos del amor...

mmmmmmmm... ♫ ♫♫