Y es que la vida se vuelve intensa algunos días y tal intensidad se descontrola hasta no querer más historias ni situaciones que nos dejen con la cabeza corriendo a mil por hora. A veces cuesta convivir con uno mismo por el sólo hecho de no entender por que hacemos lo que hacemos ni nos saboteamos al punto de convertirnos en nuestro mejor enemigo.
A veces pensamos que lo tenemos todo o nos falta muy poco, pero no hace falta mucho para volver al inicio y empezar todo de nuevo, nos quedamos sin nada; cada vez que estoy a punto de llegar a la cima caigo libremente sin poder minimizar la caída, vuelvo al principio sin escalas y me veo mirando a la cima desde tan lejos.
La historia cansa, pero tengo una facilidad para hacer lo incorrecto justo en el momento en que el camino se ve tan claro y que perderse es lo más difícil. Bueno, para mi perderme es lo más fácil al parecer y debo lidiar con estos actos poco conscientes que hasta ahora van ganando la batalla.
No se cuantas veces más debo estar cerca para dejar de estarlo y por fin llegar, no se cuantas veces más debo subir, cuantas veces más debo dejarme llevar sin la necesidad de provocarme tropiezos que traen días de una propia enemistad y que ponen el error como la sensación vigente, a veces constante.
Todos decían que se veía venir, que reconocen velozmente el minuto del error y que está tan presente que hasta define quien soy. A la hora de la pena no se encuentran responsables y la mirada se detiene en el espejo, miro de reojo con la tristeza atorada en la garganta, no se puede retroceder y el espejo sigue esperando que lo enfrente para ver la razón de mis frustraciones. Hoy te pido un paracaídas para poder caer como antes no he caído, mis tristezas saben que quiero decirles adiós.
Quiero que me lleves donde pueda dejar guardados mis enemigos y no me vea tentado a abrir la caja donde los he dejado. Quiero que me prestes abrigo para poder reírme de todo, otras veces quiero dejar de llorar por nada. Quiero me prestes tu sonrisa para caminar entre las hojas que traerá el otoño y tus sueños para compensar el frío del invierno.
Si quieres puedo prestarte mi música para que sigas soñando, puedo regalarte cientos de conversaciones a la orilla de la chimenea y tantos abrazos como desees a los pies de la cama. Podemos ver al espejo juntos y prometo que la imagen no tendrá tristezas.
Quiero que llegue la calma, será que hay cosas que sobran y son justamente esas las que no dejan avanzar. Quiero dejar atrás la sensación de hacer todo mal, espero que pases por aquí, ya que todo lo he perdido y quiero volver a empezar.
¿Dónde van tus pasos ahora?, que quiero alcanzarlos y de una vez, hacer las cosas bien, que cuando me regalas tu verdad y tus sueños todo pareciera hacerse realidad. En tu compañía es más difícil faltarme el respeto y me regalas colores para incluso pintar mis recuerdos. Poco a poco le voy poniendo mejor cara al miedo y poco a poco voy encontrando el corazón que tenía escondido.
Hasta ahora me basta con un enorme Gracias, me basta con entender que muestras un camino que quiero seguir y que estoy embalando lo que llevo dentro y que poco me sirve hoy.