1.09.2009

Desintegrar

Sólo a veces quisiera desintegrar todo, lo que me rodea y lo que soy. Desintegrarme del todo para volver a integrar, para hacer una limpieza completa, revisar cada una de las partes y ajustarlas a un calce perfecto. Que nada sobre y que, quizás, nada falte; que de cuando en cuando estas partes se alineen para que el engranaje completo se mueva en total coordinación y sincronía.

Qué esta desintegración sea como un naufragio, que me vea un poco a la deriva, pero de esos naufragios intencionales, como si supiera de tal y que pudiera elegir que cosas llevaría. Integrarme en una isla desierta, integrar otros mundos, así como también perder intencionalmente tantas cosas y actitudes que hoy sobran.

Escribir nuevas reglas, que esas no sobrarán para donde quiero ir; escribir nuevos derechos, que tampoco estarán de más. Dar el permiso para saber que estoy haciendo lo incorrecto, tener la seguridad de ello y asumir que es sólo en esta etapa desintegrada y desierta. Al regreso en tierra firme, rearmado de todo, totalmente compuesto, pueda aprender de la desintegración y pueda seguir aprendiendo para algún día desintegrarme en un otro, alguien que así lo quiera, mutuamente.

Tal vez me conforme con el desconcierto de verme a la deriva, en un millón de partes disueltas porque así lo decidí. Tal vez me conforme con saber cada mañana que pie quiero poner en el suelo, cual será ese primer paso, el primero de todos los que definan el día.

A veces siento que mi mundo gira, pero en un círculo tan cerrado que no es tan difícil volver al inicio, quisiera extender la órbita, extender el recorrido y quizás mi círculo convertirlo en una gran curva, de esas infinitas y girar como un planeta sobre mi propio eje para aumentar la perspectiva y vivir a 360º.

Los restos del naufragio quedarán esparcidos en la arena de aquella isla desierta, no faltará quién recoja lo que de aquello sirva. Lo que vuelva en mis bolsillos será para compartirlo, compartir desde lo aprendido hasta mi total integración, lo que queda en mi es para quien desconozco, pero añoro. Para quién cambie el rumbo de mi infinito, quien me haga girar junto a las estrellas que he recopilado con los años.

Parece no ser tan descabellado esto de la desintegración si se hace con el fin adecuado, sabiendo el camino que traiga de regreso lo que resulte y conciente que entre tanto pedazo se pierde el orden y el quedar con pedazos menos tampoco es interesante. El afán no es despedazar a diestra y siniestra y perderme del todo, la idea es una explosión controlada, disgregar mis malas sociedades internas y generar círculos virtuosos, esos que logran sacarte de un naufragio en una isla desierta.

Despacio me acerco a la isla, despacio se adormecen las extremidades y cada una de mis partes toma rumbos diferentes. No todas llegarán a la isla, no todas me acompañarán cuando decida regresar. Por ahora espero que me acompañe la que recuerde el camino, que no por desintegrarme pierda tantas cosas que quiero, que cuando quiera integrarme sepa donde.

Que a mi regreso me reconozca y lo hagan quienes son parte de este gran grito, que cada vez que grite sea escuchado, al menos por mi, ya que muchas veces mis gritos son internos y no logro percibirlos. Al menos quiero a mi regreso seguir gritando hasta el cansancio, al menos hasta el mío.

Que las voces digan que lo haré mejor en el futuro, que hoy a kilómetros me preparo y trato de corregir lo que mala mente he aprendido sin esconder la cabeza.

A veces para avanzar hay que retroceder un tanto, yo prefiero desintegrarme sin contar los pasos que doy hacia atrás.


1 que tienes que decir...:

Anónimo dijo...

Ventana sobre la utopía

Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.

Eduardo Galeano - "Las palabras andantes"